Libros para volar

         Todo el mundo a mi alrededor y en los medios de comunicación se lamenta de la atención obsesiva de jóvenes y adultos a sus teléfonos móviles que les separan de los que tienen cerca y les acercan a los que están lejos. Esas pequeñas máquinas son, sobre todo, medios de entretenimiento, de distracción. Me decía un filósofo amigo que había cancelado su cuenta en Facebook para no malgastar sus horas haciendo un scrolling infinito.

         Quizá por esto llamó poderosamente mi atención el anuncio «Viaja con tu libro» que vi en una duty-free shop del aeropuerto de Barajas. De hecho, desde hace años procuro en cada viaje leer una buena novela o algún libro que me interese por algún motivo.

         En un reciente viaje a Italia pude, por ejemplo, leer la novela Entre el cielo y Lu de Lorraine Fouchet (Roca, Barcelona, 2017), que me había recomendado una colega. Me gustó y me hizo muchísimo más llevadero el viaje. Como cosa curiosa contaré que, pocos minutos después de despegar, el avión que me llevaba a Roma comenzó a ser zarandeado por unas potentes turbulencias que —según nos anunció el piloto— eran inevitables: duraron cosa de diez minutos que se hicieron eternos. Para mi sorpresa, la joven brasileña que llevaba a mi derecha comenzó a llorar de pánico y se aferró a mi brazo para sentirse más acompañada mientras yo intentaba transmitirle un poco de serenidad. En el avión de regreso, ya sin turbulencias, pude terminar el libro tranquilamente.

         En el viaje a Cuba que he hecho en estos días intenté leer en el vuelo de ida un reciente libro de prosa poética de un joven autor español que me resultó aburrido e insoportable. En cambio traía para la vuelta Invierno en Viena de Petra Hartlieb (Siruela, Madrid, 2017) y he disfrutado enormemente con él, pues me hacía vivir en la hermosa ciudad de Viena a principios del siglo XX. Cuando Hartlieb describe una nevada el lector toca con la boca —se le derriten en los labios— los copos de nieve en el aire. Esa es la magia de una buena escritora: te hace sentir casi con tanta fuerza y viveza como si estuvieras allí. Hartlieb me hacía volar a una Viena navideña aunque estuviera en La Habana con un clima tropical.

         Me gusta aprovechar los viajes para leer novedades literarias, pero resulta difícil acertar. Mucho de lo más reciente que pasa por literatura es simplemente banal, cuando no aburrido o incluso en ocasiones grosero o molesto. De hecho, cuando un libro no me ha cautivado al llegar a la página veinte, normalmente lo dejo y busco otro. Como lector necesito historias que me hagan volar, que hagan volar mi imaginación, que al terminar la última página me dejen con ganas de ser mejor persona —o al menos intentarlo—, de cuidar más y mejor a los que me rodean.

        Leer con atención nos libera del entorno a veces pesado de los viajes, con sus esperas tediosas y casi siempre imprevisibles. Leer nos ayuda a volar con nuestra imaginación. Si el libro es bueno, resulta —por supuesto— muchísimo mejor que una película porque te atrapa creativamente. La imaginación se mete en la escena que describe el libro y la llena de colorido y viveza. Después, lo imaginado se queda en nuestro corazón y nos acompaña durante más o menos tiempo. En este sentido, puede recordarse que los clásicos son esos libros que nos acompañan toda la vida: pueden releerse muchas veces porque ofrecen siempre luces o destellos nuevos.

         Leemos para ser mejores, no para pasar el rato o matar el tiempo. Por eso pienso que hemos de viajar —¡y vivir!— siempre con un libro en las manos o en la mochila y, si nos gusta, vale la pena compartirlo después con quienes queremos.

La Habana, 24 de noviembre del 2017

Agradezco las correcciones de Sara B., María Rosa E. y Philip M. y la ayuda de Jacin L. con las ilustraciones.

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13 respuestas a Libros para volar

  1. Carmen dijo:

    Me ha encantado el post que ha subido sobre los libros. ¡Soy una persona que no lee nada! Pero que le encanta leer uno que le enganche. He leído dos libros y los dos me han encantado. Soy fan de esas personas que no pueden dormirse sin ver qué pasará en el siguiente capítulo, de aquellas que encuentran un libro y viajan con él literalmente hacia su destino, pero también en cuanto a la imaginación, el libro les hace viajar. ¡Nunca deberían perderse los clásicos ni las ganas de leer en un libro de papel!
    Carmen

  2. marta ulier bellmunt dijo:

    Estoy de acuerdo. Leer un buen libro es una delicia. Pero primero necesitamos que sea un buen libro, que para mí significa ser un clásico, es decir, el que se mantiene vivo en el tiempo porque trata de lo que es el ser humano; algo universal, para todos y para siempre. La Biblia sería el libro clásico por excelencia.

    Después necesitamos el silencio; es esencial la soledad, una luz tenue para que, recogidos en el momento, nos dejemos envolver por la lectura y nos sumerja en su mundo de tal modo que parezca real. Y para acabar, debe hacernos sentir, pensar y decidir algo profundo para bien nuestro y de los que queremos.

  3. jfcalderero dijo:

    Me gusta lo de «Leemos para ser mejores, no para pasar el rato o matar el tiempo», aunque creo que una buena obra literaria, o de entretenimiento, es algo muy enriquecedor, aunque no sea una lectura enfocada directamente a «hacerme mejor».
    Ahora bien, algunos tuiteamos y feisbuqueamos, para ser mejores, no para pasar el rato o matar el tiempo. Tengo un gran número de seguidores que hacemos todo lo posible, y lo conseguimos, para ayudarnos a mejorar personal y socialmente.
    Invito a los lectores a participar en estas estupendas redes. Me encontraréis en @JFCalderero y en https://www.facebook.com/josefernando.caldererohernandez.
    Saludos muy cordiales,
    JF

  4. Estimado Jaime, como siempre, no solo compartimos el nombre, sino nuestros pensamientos y valores. Genial la síntesis «sus teléfonos móviles que les separan de los que tienen cerca y les acercan a los que están lejos». Dado que vivo en Berlín no tengo acceso a libros de papel de lo que se está publicando últimamente, y los clásicos que se pueden bajar por Internet, me quedan pocos por leer, por lo que ahora leo poco, pero tampoco vuelo. Más turbulencias tiene la vida que los aviones…

    • jfcalderero dijo:

      ¿Seguro, seguro, que “sus teléfonos móviles les separan de los que tienen cerca y les acercan a los que están lejos”? No creo que eso suceda siempre, ni necesariamente. En mi/nuestro caso doy gracias a Dios por que mi móvil me permite efectivamente «acercar a los que están lejos»; es decir a una hija y su familia que vive en América y a otra hija y su familia que vive a 700 Km de mi casa. También porque el grupo de whatsapp de la familia nos acerca a los que están cerca pero el ajetreo actual solo nos permite vernos con calma en algunas ocasiones; es fantástico estar conectados con ellos en todo momento, sabiendo que cualquier necesidad de unos y otros (tengo 24 nietos) puede ser conocida, tenida en cuenta y, en muchos casos, atendida en cuestión de minutos.
      También me parece genial que los dispositivos móviles me permitan acercar a personas ilustres que están «lejos», esta vez me refiero a un lejos cronológico, como por ejemplo a mi amigo Agustín de Hipona a quien en este momento «llevo en el bolsillo» y con el que muy a menudo paso buenos ratos.
      Creo que no es real que «Esas pequeñas máquinas son, sobre todo, medios de entretenimiento, de distracción». Son muchos los amigos, familiares y alumnos que las utilizan como aula, kiosco, cine, sala de conferencias, centro de comunicaciones, etc.
      Pienso que no se debe plantear la batalla entre soportes, papel vs. pantalla. Todo tiene sus ventajas e inconvenientes, pero muchas de las acusaciones a lo digital también son aplicables a los lectores que usan la lectura, en papel, para evadirse de su familia, amigos, etc. refugiándose en mundos muy interesantes pero que, siguiendo la lógica de «libros para volar», pueden también separar de los que se tiene cerca.
      Un saludo muy cordial,
      @JFCalderero

  5. Estimado Calderero,
    Todos estos nuevos medios de comunicación no son buenos o malos en sí mismos, sino cómo hagamos uso de ellos. Por desgracia son más los que abusan de sus facilidades y caen en una peligrosa dependencia, especialmente los adolescentes. Si todos fueran como Ud. no estaríamos hablando de este tema.
    Un cordial saludo, Jaime Despree

    • Del todo de acuerdo con mi tocayo. Un abrazo a los dos!!!

    • jfcalderero dijo:

      OK 100 %. Consciente de que «por desgracia son más los que abusan de sus facilidades y caen en una peligrosa dependencia, especialmente los adolescentes», considero que es muy importante trabajar preventivamente para que la juventud y la infancia no caiga en esas, ni en otras peligrosas dependencias.

      De la misma forma que «todo el mundo» asume que es bueno que los niños y jóvenes lean y desarrollen habilidades de lectoescritura, a pesar del daño que puedan hacer las lecturas nocivas o el peligro de evasión de la realidad a que se pudiera llegar mediante la literatura, debería asumirse la bondad de que los niños aprendan a interactuar —no solo como consumidores de contenidos— con esas «pequeñas máquinas» utilizándolas para el bien en todos los sentidos posibles.

      Si personas de talla intelectual, admiradas y seguidas por muchos, parten del reduccionismo de que «son, sobre todo, medios de entretenimiento, de distracción», no parece fácil que los educadores, familia y profesores, las vean como herramientas útiles en cuyo uso deben formar a los niños y jóvenes para lograr una auténtica alfabetización digital avanzada al tiempo que integran conceptualmente y en la práctica la tecnología dentro de ámbitos mucho más amplios del conocimiento humano y la vida humana.

      La pena es que mientras algunos debatimos estas cuestiones, otros llevan años influyendo en niños y jóvenes mediante el uso —imparable— de estas muy atractivas tecnologías y no precisamente para el bien; esta situación me evoca: «Ved cómo los hijos de este siglo son más sagaces que los hijos de la luz» (Lc 16, 8).

      Un saludo muy cordial,
      @JFCalderero.

  6. Vero dijo:

    Estoy totalmente de acuerdo con este post. Es más, saber que hay personas que opinan así y nos elevan los horizontes, se agradece.
    Gracias.

  7. Estimado Calderero, todas las actividades humanas que no sean un trabajo productivo o una formación concreta es entretenimiento, pero la mayoría tienen alguna característica que los convierten en herramientas. Por ejemplo, el cine es entretenimiento, pero se puede utilizar para recrear la historia. Creo que este es el sentido que le da Jaime

    • jfcalderero dijo:

      No discuto que puede que ese sea el sentido que pretende Jaime Nubiola, pero la palabra «entrenimiento» puede ser entendida de forma tan ambigua como «distracción»; algo de menor importancia, en suma.
      El tono general del artículo parece poco favorable a las TIC, que las presenta como una opción peor que la lectura en papel.
      Saludos,
      JF

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