Vivir en modo avión

         Durante las últimas seis semanas he estado viviendo en modo avión. No es que estuviera volando todos los días, ni tampoco es que dormitara por las noches en un estrecho sillón como suele suceder en los aviones. Como intentaba concentrar toda mi atención en el trabajo que tenía entre manos, decidí desconectar por completo de los periódicos online y de la televisión. Hoy en día son, sobre todo, medios de entretenimiento y de distracción, esto es, de todo lo que yo precisamente quería huir en esas semanas. Realmente no me costó mucho esfuerzo. En mi ayuda venía aquella sabía frase de Ralph Waldo Emerson que gusta de repetir mi maestro Alejandro Llano: “La concentración es el bien; la dispersión el mal”. En momentos de cansancio lo que hacía era salir a dar un paseo por el campo o escuchar música.

         Unos pocos meses antes había leído -precisamente en la revista Aladierno de Air Nostrum Iberia Regional- lo que escribía el periodista valenciano José Carlos Arnau: “El popular ‘modo avión’ de los móviles debería ser el título de una terapia para encontrar la paz y el equilibrio vital que tanta falta nos hace para formar una sociedad sana y culta”. Me gustaron esos dos últimos adjetivos: para una vida saludable y cultivada hace falta esa terapia que consiste en desconectar de las distracciones para poder dedicar toda nuestra atención a una sola tarea.

         Este es probablemente uno de los motivos del fascinante encanto de la escritura cuando se hace bien: es como una anestesia que borra todo sufrimiento. Cuando me pongo a escribir con toda mi atención, sin espacio para interrupciones interiores ni exteriores, todas mis inquietudes desaparecen, se evaporan.

         Vivir en modo avión evita, por ejemplo, las llamadas por teléfono inoportunas y hace posible prestar atención solo a aquellas personas a las que uno quiere y le quieren, y permite hacerlo en los momentos en los que uno está relajado y puede atender el email, el teléfono o los mensajes con todo el cariño y la atención que se precisen en cada caso.

         Desde hace años, cada noche al retirarme a dormir me retiro realmente de la tecnología, esto es, pongo en modo avión mi teléfono y no lo reactivo hasta después del desayuno del día siguiente. Probablemente gracias a eso duermo tranquilo, pues no recibo ni llamadas, ni emails, ni sms, ni whatsapps y, si me despierto por la noche, no consulto mi móvil pues no ha podido entrar nada nuevo.

         He quedado encantado de la experiencia de desconexión de los periódicos online y de la televisión durante mis seis semanas en los Estados Unidos. De hecho, al regresar a España, he podido comprobar que no me había perdido nada que fuera realmente relevante. Seguían los mismos personajes ocupando el espacio público y diciendo casi siempre las mismas banalidades. Nada de lo que dicen, en última instancia, me afecta personalmente. En cambio, veo que lo que realmente interesa a la gente son los fichajes del fútbol que en estos días están en plena efervescencia mediática.

 image3        Hoy en día educar la atención es quizás la tarea vital más acuciante. Como escribía el poeta norteamericano Christian Wiman: “Vivimos ahora en un mundo que parece casi diseñado para erradicar la vida interior”. Por ello, el empeñarse en vivir en modo avión puede ayudarnos mucho a recuperar la capacidad de atención.

Pamplona, 27 de julio 2017.
P. S. Agradezco la ayuda de Jacin Luna con las ilustraciones.

 

 

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8 respuestas a Vivir en modo avión

  1. Pingback: Vivir en modo avión | Artículos del Club Sénior

  2. Jaime Despree dijo:

    Estimado Jaime,
    Ayer tomé el metro para darme una vuelta por las librerías del centro y cuando entré en el vagón me sentí ridículo, como si acabara de llegar del pueblo, con boina y alforjas: ¡Era el único sin trastear con el móvil! Cuando salí del vagón me golpeé ligeramente la cabeza contra la pared por si lo que había visto no era más que un mal sueño. Pero tal vez debí golpearme más fuerte, porque no desperté, aquello era real. Reflexioné sobre este asunto y llegué a una optimista conclusión: ¡Por fin los seres humanos hemos encontrado el compañero ideal!
    Un abrazo,
    tu tocayo

  3. Querido tocayo,
    Constantemente advierto lo mismo que tú dices en salas de espera de aeropuertos o lugares así. Las personas tienen miedo a la soledad y en cuanto ven el peligro de quedarse solos se aferran a una máquina que les ocupa la atención. Valdría la pena darle vueltas a esto que dices del móvil como el compañero ideal del ser humano.
    Un fuerte abrazo desde Buenos Aires,

    Jaime

  4. Jaime Despree dijo:

    Los humanos vivimos aislados en nuestra singularidad. Solo compartimos una mínima parte de nuestra personalidad con los demás. El estado natural es la soledad, que es necesario aceptar y buscar su lado positivo. La compañía es un estado irregular que nos obliga a renunciar a nuestra personalidad y por tanto siempre está en riesgo de terminar en fracaso, en tanto que la soledad nunca puede fracasar.

    El móvil tiene al menos dos características que lo hace atractivo: la fascinación de su tecnología y sus inmensas utilidades y la posibilidad de una comunicación virtual que no pone en riesgo nuestra personalidad. Preferimos lo virtual a lo real. Y éste ha sido el gran descubrimiento y la causa del extraordinario desarrollo de las redes sociales, como Facebook, que tanto te fascina.

    Tenemos mucho en común, además del nombre, pero en algo discrepamos radicalmente. En los últimos 10 años posiblemente no he recorrido más de 50 kilómetros y tú en 6 meses seguramente hayas superado los 10.000! ¡Realmente vives en modo avión!

    Un abrazo, Jaime

  5. Muchas gracias por tu sabio comentario que ilumina por qué el móvil parece ser actualmente el mejor amigo del ser humano! Me encanta eso que dices de que la comunicación virtual no pone en riesgo nuestra personalidad, sino —me parece a mí— más bien la potencia.

    Un gran abrazo a punto de salir hacia el aeropuerto de Buenos Aires para volar 10.000 km hasta Madrid y Pamplona.

    Jaime

  6. Jaime dijo:

    Estimado Jaime,
    Es admirable tu elegancia y estilo para encajar las críticas, porque mi último comentario venía a decir que «Sí somos islas». Tener «sentido común» significa compartir los mismos valores, y no hay espacio para la creatividad y la innovación, para crear es preciso tener un sentido fuera de lo común y vivir en una isla, aunque sea parte de un archipiélago,
    Otro abrazo y feliz aterrizaje, Jaime.

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