Esta desigualdad es injusta y evitable

DSCN7474     Al entrar en The Coop —la conocida cooperativa de Harvard que desde 1882 vende a los estudiantes libros baratos y a los visitantes carísimas camisetas, tazas y abalorios de todo tipo— llamó mi atención la montaña de ejemplares del libro de Thomas Piketty Capital in the Twenty-First Century —del que tanto se ha hablado en los últimos meses— a la venta por solo 28 dólares. Estaba flanqueada por un rimero de ejemplares del otro éxito de la temporada, Hard Choices de Hillary Clinton.

101630289-486300205.530x298.           Como es conocido, Piketty viene a decir que Marx tenía razón —al menos en parte— en su análisis del capitalismo: cada vez los ricos son más ricos y, como su enriquecimiento es superior al crecimiento general de la economía, la desigualdad entre ricos y pobres crece progresivamente. Esto no es solo algo que afecte a los Estados Unidos o a los países del llamado tercer mundo, sino que viene de antiguo y afecta a todos los países. Algunos recordarán, por ejemplo, el informe de mayo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que decía que España había sido el país con un mayor aumento de la desigualdad de los ingresos en los tres primeros años de la crisis. Me parece que muchos hemos podido comprobar esto personalmente en nuestra retribución en estos años.

stiglitz_custom-16117bd298f99f184567bcc5eecd1fde3b250059-s6-c30     Aunque algunos expertos han discutido cuestiones de detalle del libro de Piketty —que es un libro de 700 páginas, con abundantes datos, modelos matemáticos y cuidadosos análisis— su tesis central parece indudable. Como escribía el premio Nobel Joseph E. Stiglitz en el New York Times el pasado 27 de junio: «La desigualdad no es inevitable». El libro de Piketty proporciona el contexto adecuado para comprender la ampliación de la desigualdad a lo largo del tiempo. El problema de la desigualdad —venía a explicar— no es una cuestión económica técnica, no responde a una inexorable ley económica, sino a un problema de política práctica: responde a las leyes que nuestros políticos han escrito. A juicio de Stiglitz, la causa del incremento de la desigualdad reside en la habilidad de los ricos para establecer unas reglas de juego que aseguren su ventaja, esto es, que les permitan incrementar sus beneficios por encima del crecimiento económico general. Y esto lo logran a través de la política y de los políticos.

Unknown     Lo repito. Esto no solo afecta a los Estados Unidos, sino que sucede algo semejante en nuestro país y en tantos otros, quizá con unas dimensiones más modestas. El enriquecimiento abusivo y corrupto de muchos políticos y sindicalistas a todos los niveles es un síntoma de esto mismo. La diferencia entre los salarios más altos y los más bajos se ha ensanchado escandalosamente. Basta ver los sueldos de los banqueros o de los futbolistas de élite y compararlos con los de sus iguales de hace dos o tres décadas para comprender la magnitud y hondura del problema de la desigualdad que a tantos nos parece injusta. No voy a dar nombres, pues —como suele decirse y en este caso es verdad— están en la mente de todos.

Brecha-salarios     En Chile denominan «la brecha» a la desigualdad social. Como allí apenas hay clase media, todos se dan cuenta de que el ensanchamiento de la brecha es un potencial de violencia que amenaza a la convivencia social. En España, como la clase media es más amplia, se diluye un tanto el antagonismo entre los pocos ricos y los muchos pobres. Además tendemos a pensar —desconozco por qué causa— que esa notoria desigualdad es inevitable: se trata —dicen algunos— de la lógica del capitalismo que consagra el egoísmo personal como un elemento favorable para el conjunto de la sociedad. «Greed is good» repiten con Gekko de Wall Street bastantes de mis alumnos de primero del nuevo grado Economics, Leadership and Governance. Confiemos que a lo largo de los cinco años de la carrera aprendan a ver las cosas de una manera más justa.

pict.php     ¿Y qué podemos hacer los intelectuales ante esta situación? Lo primero, denunciar con claridad la injusticia e insistir en que esa grave desigualdad no es necesaria, sino que es evitable. Es lo que viene haciendo el Papa Francisco una y otra vez desde el inicio de su pontificado. Lo segundo es enseñarlo así a nuestros lectores, a quienes nos escuchan, pues quizá piensen como algunos de mis alumnos que el egoísmo individual beneficia a la sociedad mientras que es realmente la fuerza más destructora de la paz y la convivencia humana. Lo tercero es aprender a acoger de corazón a los necesitados, a los indigentes, a los mendigos. Muchas veces no podremos hacer otra cosa que acogerlos como personas y tratarlos con respeto y amabilidad; otras, podremos darles unas monedas o invitarles a comer algo. Lo que no podemos hacer es mirar hacia otro lado.

     DSCN7475El Papa Francisco ha dado en la diana desde mucho antes de que Piketty publicara su libro. Decir lo obvio a estas alturas es subversivo, pero hay que decirlo una y otra vez con palabras claras y, si es posible, amables. La desigualdad excesiva que atraviesa nuestra sociedad es injusta y, además, es evitable. Y está en las manos de nuestros políticos y, en última instancia, en las nuestras cambiar radicalmente la situación. Es precisa una completa regeneración moral.

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Harvard, 5 de julio 2014

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12 respuestas a Esta desigualdad es injusta y evitable

  1. Copio lo que me escribe Philip Muller desde Roma:

    Me alegra que un profesor universitario alce la voz (en serio) contra una de las fuentes más vivas de esta desigualdad: la universidad misma. Me alegra que ese el profesor seas tú. Greed is good! Escándalo para las naciones. ¡Moloch!

    Y me alegra que des un papel a los intelectuales. El intelectual (en el mejor sentido del término) debe aceptar ser indigente. Debe aceptar llevar una «existencia subvencionada». Porque no se paga el cultivo del alma, ni el de la propia, ni la de los demás. Está bien que sea así. Y, pese a su indigencia, debe salvaguardar su independencia: «Que me des de comer no significa que te vaya a acariciar los pies». Si no, siempre queda Diógenes y su barril. ¿O Sócrates y su cicuta?

    Para mí la pobreza es fundamental. No vivo como un pobre ni he superado la barrera invisible que me separa de los que encuentro en la calle. Además, hablar de «pobreza» en nuestra Europa hace reír en muchas otras partes del mundo. Con razón. Pero, a nuestro nivel, la pobreza me parece fundamental.

    En el sentido. No hace falta tenerlo todo, no hace falta quererlo todo, el dinero no es el centro, hay bienes superiores que el dinero no alcanza… Quien aprecia una puesta de sol en silencio es rico. Quien sabe besar es rico. Quien hace una trenza a su niña para que su niña sonría es rico. Soy muy ñoño, pero estas son mis únicas armas para un rechazo práctico a la existencia consumista. Sé que no podré dar de comer al pobre, porque me dan de comer a mí a diario; pero también sé que le podré enseñar a apreciar lo que ya tiene y que nadie le puede quitar.

    Que el intelectual predique pobreza. Con su vida y sus palabras. Las palabras vivas son un tesoro. Las palabras muertas, un lujo. Si no un capricho.

    El Papa llama a los jóvenes a ser pobres. Me parece valiente y contracultural. En el mensaje preparatorio que ha enviado para la JMJ de Cracovia, les da tras puntos muy concretos para vivir la pobreza. Primero: que se liberen de lo material. Segundo: que purifiquen la forma con que ven a los pobres. Tercero: que no duden en salir a la calle, hablar con los pobres y aprender de ellos. Nada fácil: ninguno de los tres. Estoy en ello.

    Muy revolucionario. Apenas se le ha dado bombo porque «todos sabemos que nadie se lo tomará en serio». Y, sin embargo, confiemos en que haya un solo joven que preste oídos a este viejo jesuita. Porque uno basta.

    • Santiago dijo:

      Me alegra también la respuesta de Philip, y también me parece que el Papa da en el clavo. Este Papa tiene una fuerza especial, si consigue «convencernos» de que merece la pena ponerse en marcha, se activa una de las fuerzas más potentes del Universo, la fuerza del amor y, con la ayuda del Espíritu, ¿quién sabe dónde podríamos llegar?
      Dices que si hay al menos un joven que preste oídos a este viejo jesuita vale la pena, bueno, por lo que dices tú mismo le prestas oído, ya hay uno. Vale la pena.
      Santiago Pons

  2. Santiago Pons me escribe desde Valencia:

    Hay una afirmación del autor que me parece incompleta: «El problema de la desigualdad -venía a explicar- no es una cuestión económica técnica, no responde a una inexorable ley económica, sino a un problema de política práctica: responde a las leyes que nuestros políticos han escrito.»

    Como tantas veces sucede, hay una tendencia a echar las culpas a otros y a esperar de otros la solución. Tal como está dicho parece que si hubiera mejores leyes el problema estaría solucionado, pero eso no es toda la solución. Recordemos que el pueblo de Israel tenía la Ley de Moisés y eso no había evitado la injusticia, por eso la denuncia de san Pablo de la ley. De nuevo si no se apela a una regeneración moral de las personas, sólo con mejores leyes no desaparecerá la desigualdad. Es la falacia de cierto capitalismo que comentas en el penúltimo párrafo de que el egoísmo individual beneficia a la sociedad. Me recordaba a la famosa «Fábula de las abejas» de Bernard Mandeville (1670-1733) cuyo subtítulo dice algo parecido: «los vicios privados hacen la prosperidad pública», es difícil pensar en una regeneración social si no hay algún tipo de regeneración personal. Por eso el cristianismo tiene mucho que aportar al descubrirnos la «ley nueva» del amor, tan «nueva» que difícilmente se le puede llamar «ley».

  3. Y Laura A. desde Buffalo, USA:

    No me puedo creer que tengas alumnos que piensen que la desigualdad es inevitable. No sé si esa idea se deba a que muchos de los estudiantes que asisten a la Universidad de Navarra tienen un poder adquisitivo superior al de los estudiantes en universidades públicas. Quizá ven su superioridad económica como algo necesario porque al fin y al cabo les permite asistir a la Universidad de Navarra (y no sólo su capacidad intelectual). Están educados en la desigualdad, ven sus ventajas y les interesa perpetuarlas.

    Como tú lo sabes bien, no hay que irse a buscar lejos para encontrar desigualdad y pobreza y lo peor de todo es que mucha gente no se da cuenta de que la pobreza les puede alcanzar, igual que la discapacidad ( o mejor dicho, la diferencia de capacidad). Uno no se puede blindar de las adversidades económicas y físicas y eso mismo nos debería hacer más responsables y más conscientes del privilegio del que disfrutamos y ser más inclusivos.

    Y por eso estoy de acuerdo que al final, la responsabilidad es individual. Es muy fácil culpar a la clase política de corrupción y luego, con la excusa de «lo hacen todos» perpetuar un sistema egoista y buscar las formas de saltarse las reglas para beneficiarse a uno mismo sin importarle el prójimo. La responsabilidad social empieza por uno mismo.

    Bueno. Esta es mi respuesta o reacción a tu artículo. El tema de la desigualdad me toca la fibra sensible.

  4. Después de leer la entrada y los excelentes comentarios, me viene a la cabeza una frase de Jesús que me resulta inquietante: «Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros (…)». Quizá sea un crudo realismo, que conoce la naturaleza humana y su resistencia a ser redimida. Eliminar la desigualdad requeriría de esa civilización del amor que predicaba S. Juan Pablo II, que impulsara personas y, con ellas, estructuras públicas y privadas que acogieran el objetivo de evitar las desigualdades extremas como una prioridad.

    Por otra parte, pienso que lo evitable y lo que habría que evitar son las desigualdades extremas. Hay desigualdades que claman al cielo, de las que todos somos en alguna medida responsables. Pero hay desigualdades que se producen de manera, por decirlo así, legítima. Hay quien se esfuerza por aprovechar las pocas o muchas oportunidades que encuentra, y quien no. Hay quien lucha y quien se cruza de brazos a esperar que las soluciones aparezcan como caídas del cielo.

    Llevo dos años viviendo en un país del Tercer Mundo. Y he visto muchas veces, con gran tristeza, que hay pobres que no quieren dejar de serlo por el esfuerzo que eso conllevaría. Que prefieren seguir esperando, indolentes, a que sea otro el que supla sus carencias. Que no asumen su responsabilidad y exigen a otros que la asuman por ellos. Que cuando se les da la oportunidad de trabajar, dejan su puesto porque no les gusta que les exijan un cumplimiento cabal de sus labores.

    Quizá por eso, «a los pobres siempre los tendréis con vosotros»: por la pequeñez de alma de los ricos y de los pobres, es decir, de los hombres.

    • Querida AnaCó,

      Me parece clarividente tu experto comentario, aunque quizás sea parte de la misión nuestra —de quienes nos dedicamos a la filosofía y a la enseñanza en general— despertar a esos indolentes que piensan que con su acción nada pueden cambiar.

      Si les liberáramos de su ignorancia quizá se despertarían y se pondrían en marcha. Ayer me acordaba del famoso dicho de Tertuliano: «desinunt odisse qui desinunt ignorare» (Dejarían de odiar si dejaran de ignorar).

      Con el cariño y agradecimiento de siempre.

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  6. Copio lo que me escribe mi sabio «viejo profesor» José Antonio Palacios:

    «Esta» parece referirse, en el correo, a la desigualdad que se produce en el capitalismo. Y, en concreto, a la desigualdad económica. No he leído a Piketty ni soy economista. Creo que la desigualdad, en general, es natural e inevitable; y la igualdad, una utopía. Utopía, salvo para el político, ¡genial matemático!, que prometió que, en caso de salir elegido, nadie recibiría en el país un sueldo inferior a la media de todos los sueldos…

    Otra cosa es la desorbitada desigualdad, insultante, con que nos encontramos a veces en la calle, y sobre todo en los medios de comunicación: un submundo que carece de todo, y un primer mundo en el que sobra de todo; desigualdad que conduce a la tensión social, amortiguada en cada lugar según la extensión de su clase media.

    Me parece que la ambición, como exigencia de mejora personal y ajena, incluida la económica, es buena, propia de la naturaleza humana y germen de progreso de hombres y de sociedades; pero, en contra de lo que parece que repiten esos alumnos, la codicia no es buena: la codicia es mala, porque el codicioso aspira al crecimiento a expensas de los demás. Así, podría entenderse que la codicia provoca la tensión, cuando los hombres o las sociedades comprueban o intuyen que otros se están enriqueciendo a su costa.

    Sin embargo, es difícil discernir el momento y punto de origen de una supuesta injusticia, porque esta suele aparecer confusa por ingeniosos mecanismos psicológicos en lo personal, y por inextricables vericuetos en el mundo de los negocios.

    Tal vez lo único que podamos hacer es promover una ambición personal y social con espíritu de servicio y generosidad; y, por otra parte, en el ámbito de lo público, y cuando ese discernimiento sea posible, no cejar en el establecimiento riguroso de medidas ejemplares que sancionen las conductas egoístas, enemigas del otro; del otro personal o social.

    Pero las desigualdades y las ‘tensiones’ que se perciben en la vida ordinaria —vecinos, compañeros de trabajo, conocidos, medios de comunicación…— suelen requerir algún análisis sencillo, pero serio: Hace unos días oía este comentario: «Claro, uno venga trabajar, y nada…; mientras que, en este Madrid, te encuentras con unas señoras viudas, propietarias de dos o tres pisos alquilados a inquilinos, y ahí las tienes, viviendo del cuento, sin dar un palo al agua»…

    Creo haber leído esta pregunta alguna vez: «¿Qué sucedería si un día se repartiera a partes iguales todo el dinero del mundo entre todos los habitantes de la tierra?». Me parece que, en principio, sobrevendría el caos. Y poco tiempo después, si la humanidad sobreviviera, surgirían inmediatamente «ricos» y «pobres», ¡y conflictos sociales!

  7. Pingback: Inequality and True Patriotism | Philosophy for the Twenty-First Century

  8. Muy apreciado Jaime,

    ¡Muy buen día! (aquí en Dominicana son cerca de las 11 de la noche).

    Me da mucha alegría poder contarte el relato siguiente. Me tomó varios años para poder estar preparado (sin proponérmelo por supuesto) para leer el libro “Ciencia y práctica en la acción directiva,” por Joan Frontodona, que me enviaste por correo por allá por el año 2000. En esa época intercambiamos bastante, cuando estaba escribiendo un artículo sobre la idea del “insight,” y que al final llamé “Caer en cuenta.” En ese entonces dejé de dar clases. Creo que nuestro último contacto fue por el año 2004, cuando te dije que estaba concentrado en el tema eléctrico.

    Sin embargo, tratando de resolver el tema eléctrico, he seguido ampliando el alcance de mis investigaciones. En ese devenir el libro de Joan emergió con mucha fuerza. Sería poco decir la influencia que he recibido del mismo.

    Para no cansarte con este relato, y pasar entrar en el tema de tu artículo, hace pocos días llegué a la conclusión de separar dos conceptos, que sirven, por ejemplo, para ver mejor la desigualdad: la EcoNoMía que la aumenta y la EcoSiNuestra que la mitiga. Hace un tiempo que escribí sobre PiKetty en la nota “A comment posted under Forbes’ Steve Denning article ‘What Thomas Piketty Got Wrong,’ algo así como “un comentario que coloqué debajo del artículo ‘En lo que Thomas Piketty se equivocó,’ por Steve Denning de Forbes,” cuando dije lo que traduzco al español como:

    “Supongo que el problema más importante con su libro se refiere al futuro, como lo han venido señalando tanto en el artículo y en los comentarios. Esto comienza con el mismo error de extrapolación de Ricardo, bajo el supuesto de que el futuro es una continuación del pasado. Esa suposición es parte integral de la restricción de sus herramientas macroeconómicas. Pero hoy en día, es posible aprender del futuro emergente. Además, este tipo de aprendizaje está llevando los rendimientos crecientes con base en la retroalimentación positiva.”

    Como parte de una serie de notas que he venido escribiendo y trinando en @gmh_upsa, recientemente, hoy mismo escribí en mi blog una titulada: “A los inversores sobre la deuda española por Cataluña y el efecto escocés,” que permiten acceder a las notas con cuyos enlaces tampoco incluyo a seguidas:

    En respuesta a la noticia “Los inversores ponen la deuda española en cuarentena por Cataluña y el efecto escocés,” los catalanes y los escoceses pueden disolver la amenaza de los inversores, si se ponen de acuerdo en lo siguiente, con sus respectivos ciudadanos españoles e ingleses. El acuerdo es para impulsar una transformación de los mercados corrompidos y mediocres, que gobiernan con dinero en las postrimerías de la civilización industrial, en mercados transparentes y sobresalientes, que gobiernen con sabiduría, en los albores de la civilización sistémica.

    Al definir dicha transformación, he tratado de evitar lo que dijo Pascal en sus Cartas provinciales: «te escribo una carta larga porque no tengo tiempo de escribir una carta corta.» (Eso lo tomé de uno de tus artículos y fue lo que me impulso a buscar tu cuenta de Twitter).En ese sentido, invito a los entendidos a considerar la nota “Disolvamos los problemas unitarios en Escocia y Cataluña con la EcoSiNuestra,” la cual solo parece un tanto complicada, pero en definitiva entiendo que no lo es.

    Espero que encuentres una que otra sorpresa en esa nota.

    Abrazos,

    José Antonio

  9. LUIS MOLINA dijo:

    Me parece muy interesante su blog y comparto gran parte de lo que se dice en él. Aunque perdí hace mucho tiempo la fe católica, el nuevo Papa me parece una persona admirable, sobre todo por la lucidez de sus mensajes sobre la desigualdad y la destrucción ecológica. Creo que, efectivamente, todo está conectado, y que es importante unirnos para construir entre todos un mundo mejor. Le dejo un enlace a mis artículos sobre desigualdad, que puede publicar total o parcialmente si lo desea:

    Inicio


    Muchas gracias,
    Luis Molina

  10. Muchísimas gracias, Luis, por tu comentario y el enlace a tu blog, que me impresiona por su profesionalidad. Aunque no sé nada de economía, acabo de suscribirme para ir leyendo los artículos y así aprendo! Gracias de nuevo. Un abrazo,

    Jaime

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