«Creer en la ciencia»

Me impresionó escuchar al presidente del Gobierno español que, a propósito del cambio climático, sostenía rotundamente que había que «creer en la ciencia». Esta expresión suya —que repitió un par de veces en un debate— trajo a mi cabeza dos comentarios; uno más bien festivo y el segundo más académico sobre lo que la ciencia realmente es.

         Lo de «creer en la ciencia» me hizo recordar lo que recomendaba a veces un viejo amigo filósofo: «Hay que creerse lo que uno ve». ¡Cuántas veces no creemos siquiera lo que tenemos delante de nuestros ojos! De hecho uno de los adjetivos favoritos de mis alumnos para valorar positivamente algo es repetir varias veces que es «¡Increíble!». Respecto del cambio climático basta con comprobar el gran retroceso de los glaciares alpinos en el último siglo —hay fotos para que los jóvenes puedan confirmarlo— para cerciorarse de que el clima —al menos en este respecto— está cambiando drásticamente.

         Mi segundo comentario, más en serio, sobre «creer en la ciencia» es que la ciencia no requiere fe, sino estudio. Muchas decisiones políticas, que en tantos países hemos padecido con motivo de la pandemia del coronavirus, se imponían sin ninguna prueba científica que las respaldase: pedían a los ciudadanos una fe como la del presidente del Gobierno de mi país y no era más que pseudociencia.

         ¿Qué es la ciencia? Acudo a mi admirado Charles Sanders Peirce (1839-1914), el filósofo y científico norteamericano a quien he dedicado mis últimos treinta años de vida, para explicarlo. Peirce concibió la investigación científica como una actividad colectiva de todos aquellos «a los que les devora un deseo de averiguar las cosas», de todos aquellos cuyas vidas están animadas por «el deseo sincero de averiguar la verdad, sea cual sea». A lo largo de su vida, pero especialmente en sus últimos años, Peirce insistió en que la imagen comúnmente percibida de la ciencia como algo completo y acabado es totalmente opuesta a lo que la ciencia realmente es, al menos en su propósito práctico original.

         Lo que constituye la ciencia «no son tanto las conclusiones correctas, sino el método correcto. Pero el método de la ciencia es en sí mismo un resultado científico. No surgió del cerebro de un principiante: fue un logro histórico y una hazaña científica» (Collected Papers, 6.428, 1893). El crecimiento científico no es solo la acumulación de datos, de registros, de medidas o experiencias. Aunque el científico sea invariablemente un hombre que ha llegado a estar profundamente impresionado por las observaciones completas y minuciosas, sabe que observar nunca es suficiente: su «objetivo último es alcanzar la verdad». Esto requiere no solo reunir datos, sino también abducción, es decir, la adopción de una hipótesis para explicar los hechos sorprendentes, y la deducción de consecuencias probables que se espera que verifiquen la hipótesis.

         La ciencia es para Peirce «una entidad histórica viva», «un cuerpo vivo y creciente de verdad». Ya en sus primeros años, en su artículo «Algunas consecuencias de cuatro incapacidades» (1868), Peirce había identificado a la comunidad de los investigadores como esencial para la racionalidad científica. El florecimiento de la razón científica solo puede tener lugar en el contexto de comunidades de investigación: la búsqueda de la verdad es una tarea corporativa y cooperativa.

         Como lema de mi grupo de investigación, hace muchos años elegimos estas palabras de Peirce: «No llamo ciencia a los estudios solitarios de un hombre aislado. Solo cuando un grupo de hombres [y de mujeres], más o menos en intercomunicación, se ayudan y estimulan unos a otros al comprender un conjunto particular de estudios como ningún extraño podría comprenderlos, [solo entonces] llamo a su vida ciencia» (MS 1334, 1905).

         Peirce define la ciencia como una búsqueda diligente de la verdad por la verdad misma, desarrollada por una comunidad de investigadores, hábiles en el manejo de unos instrumentos particulares y entrenados en unos determinados modos de percibir o unos particulares modos de pensar. Para Peirce, «la ciencia no avanza mediante revoluciones, guerras, y cataclismos, sino [que avanza] mediante la cooperación, mediante el aprovechamiento por parte de cada investigador de los resultados logrados por sus predecesores, y mediante la articulación en una sola pieza continua de su propio trabajo con el que se ha llevado a cabo previamente» (CP 2.157, c.1902). La ciencia es un modo de vida, un arte transmitido de maestros a aprendices.

         Por esto, la ciencia no hay que creerla, hay que hacerla: requiere estudio, trabajo y confianza en la capacidad de la razón, en especial cuando es proseguida comunitariamente, para descubrir la verdadera realidad de las cosas.

Pamplona, 25 de julio 2023

Agradezco las correcciones de Sara Barrena, María Rosa Espot y Philip Muller, así como la ayuda de Jacin Luna con las ilustraciones.

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15 respuestas a «Creer en la ciencia»

  1. Buenas tardes, Jaime.

    Te felicito. Estoy completamente de acuerdo con tú magnífica interpretación.

  2. Hugo Carretero dijo:

    Querido Jaime,

    Como hombre de Ciencia, estoy en parte de acuerdo con Peirce. Muchos dedicaron sus vidas a plasmar fórmulas que explicaban ciertos fenómenos físicos: siempre se pone el ejemplo de Newton y su manzana. Más fácil aún: sabemos que «2 + 2 = 4» y siempre será así.

    Pero la Ciencia necesita una aplicación práctica: el mundo real, el mundo práctico, eminentemente competitivo, es el que nos hace avanzar. No estoy de acuerdo por tanto con Peirce en eso de que la Ciencia no avance mediante las guerras. La industria militar está a la vanguardia de la Ciencia. Más tarde esa tecnología llega a la masa, pero muchos avances por desgracia se dan en el mundo bélico.

    Otros avances están en la competición. Como con el mundo militar, esos materiales o esos diseños carísimos llegan después al público general.

    Así que en parte estoy de acuerdo en que cooperando se avanza técnica o científicamente, pero más se avanza rivalizando, sea en una guerra, para derrotar al otro, o sea en una simple carrera de coches.

    Siempre recordaré una asignatura de 3º en la que el profesor nos entregó un pequeño motor eléctrico de juguete. Nos dio ese fin de semana para hacer un pequeño vehículo que solamente con ese motor subiera el mayor peso posible en el mínimo tiempo posible por una barra metálica. La práctica era en grupo; ahí estaría la cooperación. Pero conseguiríamos más nota si superábamos a los demás; ahí estaba la competición. Viendo los diseños de los demás se podían coger después ideas de aquí y de allí para hacer algo sorprendente, pero la competición no se repetiría; si toda la clase hubiera trabajado junta no habríamos llegado tan lejos como en grupos reducidos.

    Un fuerte abrazo

    Hugo

    • Hola Hugo. Dices: «No estoy de acuerdo por tanto con Peirce en eso de que la Ciencia no avance mediante las guerras.» ¿Tendrías la bondad, por favor, de compartir la fuente que sustenta la creencia que está en desacuerdo con Charles Sanders Peirce en particular, no con su familiares?

      • Hugo Carretero dijo:

        No es que haya una fuente que contradiga a Peirce o a sus familiares; es sólo una opinión personal. Las guerras, nos guste o no, utilizan el ingenio del hombre para mejorar sus artefactos. Así, la catapulta, que se estima es una creación del 400 a.C., se fue mejorando incluso por da Vinci hasta que un nuevo descubrimiento la dejó obsoleta: la pólvora.
        Aviones, vehículos anfibios, paracaídas… Hay montones de ideas, materiales o diseños que han salido de las guerras o se han mejorado en ellas.
        Da Vinci, Einstein… muchos grandes hombres de Ciencia han contribuido de alguna manera en las guerras. Y esto, amigo José Antonio, el propio Peirce debió de verlo.
        Un saludo

      • Muchas gracias, Hugo, por tú atenta respuesta.

        He venido interpretando lo que nos legó C.S.Peirce haciendo lo que Newton hizo: ponerme sobre sus hombros y los de muchos otros que me precedieron. La gran mayoría de ellos han fallecido.

        Mi espacio de investigación ha sido un subconjunto de Twitter (vía https://twitter.com/gmh_upsa) que usando etiquetas para conceptos importantes pretende acercarse al Tercer Grado de Claridad #3rdDegreeOfClarity; es decir para minimizar reiteradamente las consecuencias no deseadas. Ese espacio está destinado a una comunidad cientifica emergente de aquellos que cultivan (volverse) profesionales con calidad #CultProfCal. Lo que sigue es solo una arista de lo que he venido arquitectando y que emergió como Un Sistema Global #AGlobalSystem.

        Peirce no participó en la guerra civil de EEUU por decisión de su familia. En el libro «The Metaphysical Club,» Louis Menand asocia ese club a ser contrario a la guerra sin aproximarse al Tercer Grado de Claridad. La guerra en Ucrania, por ejemplo, la interpreto según tres escenarios de planificación: 1) «Continuidad,» 2) «Tiempos Difíciles (Edad Media Global)» y 3) «Expectativas Elevadas.»

        Putin quiere regresar al pasado histórico del escenario Continuidad, contrario a Gorbachev que trató de impulsar la paz mundial en las Naciones Unidas, que lamentablemente nos mantiene entre La Riqueza de las Naciones y lo que acuñé como La Riqueza de la Globalización #TheWealthOfGlobalization. Sin embargo, las Naciones Unidas mantienen incentivos perversos de gobiernos centralizados independientes, que impiden el escenario «Expectativas Elevadas,” que sería de gobiernos descentralizados interdependientes.

        Saludo cordial,

        José Antonio

      • Hugo Carretero dijo:

        Yo estoy de acuerdo con Peirce, con su familia, y con usted. Ni siquiera hice el servicio militar obligatorio.
        Pero en general el hombre no es tan bondadoso. Lo sería quizá Abel; pero Caín sabemos que no lo fue. Y desde entonces siempre habrá envidiosos, ansiosos de poder, etc.
        Las guerras traen el desastre para la mayoría y la riqueza para unos pocos. Y para todos, esos avances técnicos de los que hablaba, que también se dan en otro tipo de competiciones, como dije, por ejemplo con una simple carrera de coches.
        Un saludo,
        Hugo

    • Hola Hugo. Mi respuesta a tú mensaje que empieza con “Yo estoy de acuerdo con Peirce, con su familia, y con usted” está debajo. Gracias, por su atención.

  3. Buenas tardes, Jaime:

    Te felicito. Estoy completamente de acuerdo con tú magnífica interpretación.

    Saludos,

    José Antonio

  4. Muchas gracias, amigo Hugo, por ser un buen interlocutor. Desde luego, este espacio no se presta para el diálogo generativo abierto al público general que resulta bajo la primacía del todo. Como mucho facilita un debate tradicional bajo la primacía de las partes.

    1. Entiendo que en algunas especies de las tribus se celebraba el canibalismo. Con el paso del tiempo el porcentaje de la población global que realiza canibalismo ha venido disminuyendo paulatinamente.

    2. Igual en las municipalidades, por ejemplo, cuando después de una Edad Media se aplicaba la deducción, al pueblo lo entretenían en el circo Romano contra los crisitianos, pero ahora lo entretienen con las redes sociales.

    3. En las naciones de Europa, llegó la Reforma Protestante, cuando después de la Edad Media se aplicaba también la inducción, le siguió 30 años de guerra. Peirce hizo sus investigaciones después de la guerra civil de EEUU. Todavía hay guerra y vamos como el cangrejo, sin superar lo de la derecha y la izquierda en la política.

    4. Ahora estamos en el mundo global, sin que estemos aplicando la abducción todavía y viviendo otra Edad Media. ¿Se puede esperar una disminución de los incentivos a la guerra apoyados el la aproximación de la unificación de las ciencias que vislumbró Peirce para saltar a una nueva civilización? La señal, por ejemplo, del ChatGPT que se nutre con algoritmos de la Complejidad Desorganizada ofrece una oportunidad para la Ciencia de la Arquitecturía de Sistemas (altamente complejos) que se nutre con la abducción para diseñar sistemas con Complejidad Organizada.

    Nota: varios de los términos mencionados son el resultado del Comportamiento A Posteriori que vengo practicando para reemplazar donde sea necesario el Pensamiento A Priori que sigue fuertemente arraigado en la academia.

    Un fuerte abrazo,

    José Antonio

    • Hugo Carretero dijo:

      Estimado José Antonio,

      No hago mucho caso al correo en vacaciones… pero estoy de acuerdo con todo lo que comenta.

      Me temo que el ser humano seguirá eternamente enfrentándose entre sí, y sólo se unirá puntualmente ante un enemigo común (sea un nuevo virus, un desastre natural o un ataque extraterrestre).

      Salvando las distancias, este país, o lo que queda de España, seguirá enfrentándose entre rojos y azules, y sólo será capaz de unirse para ver cómo once de los suyos se pelean por una pelota contra once de otro país (ese enemigo común).

      Un abrazo

      Hugo

      • Muchas gracias, estimado Hugo, por estar de acuerdo, por ejemplo, con esos 4 grandes cambios que vengo siguiendo de otros que los documentaron. Mientras tanto, llegué a la conclusión de que para poder completar el cuarto gran cambio es necesario un hábito que sustente una comunidad científica pragmaticista que se aproxime mejor al futuro emergente que el que hice a la oración “No llamo ciencia a los estudios solitarios de un hombre aislado.” Lo podrás ver en otro comentario que haré a Jaime.

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